QUIJANOS (Martínez) ALBUM Y DIARIO FAMILIAR

25 diciembre, 2017

SITGES II

Filed under: RUNNING JP — Juan Pablo Quijano Sainz @ 23:34

SITGES II

23 diciembre 2017

Tres años después, los mismos protagonistas y semejante itinerario, la mítica Barcelona-Sitges, rodeada de épica y epopeya en su bautismo, y minimizada con todos los respetos ahora en su segunda edición, lo que hace la confianza y también la experiencia.

Si la primera vez se trataba de un melón por abrir, de una caja de sorpresas, de un mundo desconocido, ahora no era más que una secuela, una por otra parte ilusionante aventura pero de la que ya sabíamos la trama y, sobre todo, cómo iba a terminar.

Pero tenía el aliciente de ser nueva a pesar de ser la misma, de volver a vivirla pese a haberla vivido, de compararla y cambiarla, de rebobinarla y mejorarla. Y aunque seguía siendo un reto lo era no como tal sino ya como una rutina, como dos viejos amigos que se encuentran y se ponen a recordar- Eso era volver a Sitges, un reencuentro.

De hecho, hubo poco bombo y menos platillo los días previos. Nos habíamos citado como quien queda para dar un paseo por la Diagonal. Ya sin frases de ánimo, sin motivaciones, sin necesidad de creérnoslo. Tácitamente ya sabíamos que era un reto, sino fácil, asumible, como una lección que ya teníamos sobradamente aprendida.

A las 07:00 h nos citamos en la Plaça Cerda, igual que la primera vez. Se retrasa Ricardo unos minutos por un desajuste en el metro pero no cunde el pánico, aún y cuando a  su compañero, que llegó diez minutos antes, le asaltaron las dudas ante una posible incomparecencia de Morales por sus consabidas dificultades para salir por las mañanas.

Y comenzamos con el calentamiento por la Gran Vía, una introducción ideal para calentar hasta que atravesamos el Llobregat y superadas todas las trampas y obstáculos urbanísticos con carreteras y coches llegamos al parque agrícola del Llobregat donde empieza a cambiar el decorado, no sin antes haber tenido alguna duda imperdonable al llegar a Bellvitge, donde no acertábamos a enlazar la ruta adecuada.

Y así, paralelos al Rio, pisando tierra, entramos ya en nuestra carrera, en nuestro entorno, con paso seguro, con ganas y avanzando más rápido de lo que imaginamos. Enseguida dejamos atrás los primeros 10. Pero dejamos la tierra para entrar en los suburbios de la prueba, en el submundo poligonero de Viladecans, el inevitable peaje para llegar hasta Gavà donde ya cumplimos 20 kilómetros y donde recordamos el escenario de nuestro segundo  avituallamiento que esta vez pasamos de largo. Nos habíamos detenido en Viladecans para el primer desayuno y en otro error logístico (nunca se deja de aprender), en una fría y ventosa avenida donde no llegaba el sol.

Y empezamos en el mítico camino de La Sentiu, preámbulo del viacrucis que representan sus imponentes pendientes pero que vamos superando sin mayores contratiempos aunque para entonces Ricardo ya empieza a detenerse y practicar inesperados estiramientos. Algo pasa, algo que se manifiesta poco después del kilómetro 30, en el Puig de Les Agulles, casi en lo más alto, después de haber ascendido no sin dificultades pero con cierta suficiencia. Y allí hacemos el segundo desayuno, otra vez con el sol cara a cara, fabuloso, imponente, energizante, en medio del silencio y de la paz, inmersos en ese proceso purificador que te aleja de la tierra y te adentra en el cielo, saboreando la belleza, la armonía y la conciliación con la espiritualidad.

Pero después de ese trance de quietud emocional, Ricardo admite que tiene molestias, que no está para seguir, que está preocupado. Y cuando Ricardo dice algo así, hay que escucharle, hay que comprenderle y hay que ayudarle. Ricardo es sabio y prudente. Y en ese momento –luego lo reconocería-, piensa en volver, en regresar, en desandar sus pasos. Pero es sólo una sugestión, un impulso. Reflexiona en silencio y decide seguir, aunque sea caminando. Procesa mentalmente y hace cálculos, quedan unos 18 kilómetros y andando podemos llegar a las 15:30 h. Adelante con el nuevo plan. Un contratiempo, sin duda, pero otra modalidad, nada más, el proyecto sigue vivo.

Y así hacemos, caminar, sin dejar de disfrutar. Eso tiene sus ventajas: podemos disfrutar más del paisaje, masticar mejor lo que hacemos, saborear mejor lo que vemos y digerir mejor también lo que sentimos. Y hablamos más, sobre todo Ricardo, que de esa forma se distrae de su contrariedad. Y yo le escucho fascinado. Y así hacemos más humana aún la prueba, la hacemos más presente, más tangible, más auténtica, otra dimensión que por más lenta, más sugestiva.

Y es curioso que resultando más larga en el tiempo se nos haga más corta en lo corpóreo, en lo físico, en lo mental. Vamos andando pero parece que vayamos volando. Ricardo prueba a correr, pero el dolor le detiene. Y lo hace, porque lo respeta, sabe de las reglas, de cómo funciona esto, y no se expone. No hace falta, Sitges ya está a tiro. Pasamos el parque y enfilamos ya la recta final. Y lo hacemos contentos, frescos, exultantes, aunque sin euforias superfluas.

Ha sido otra gran experiencia. Y aunque por exigencias del guión renunciamos a la playa y a una paella, el destino nos lleva a un restaurante donde comemos divinamente un bocadillo de pollo y una compartida tarta de queso. Y es uno de esos días en los que Ricardo se toma una cerveza. Es, por tanto, un día especial. Uno de esos pocos de los que vale la pena en la vida.

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